Réquiem del Corredor es un conjunto de artefactos de Genshin Impact.
Efecto[]
- 2 piezas
- Bono de Daño Cryo +15%.
- 4 piezas
- Cuando el portador de este conjunto tiene 0 pts. de Energía Elemental, tanto el daño de su Ataque Normal como el de su Habilidad Definitiva aumentan en un 60%. Cuando dicho portador inflige daño con su Ataque Normal, el aumento de daño de la Habilidad Definitiva se anulará durante 6 s. Después de que el portador inflija daño con su Habilidad Definitiva, el aumento de daño del Ataque Normal anteriormente mencionado se anulará durante 6 s. Este efecto puede activarse incluso cuando el personaje que lleva este conjunto está en tu equipo pero no en uso.
Historia[]
Canción Reverberante del Corredor[]

Siguiendo las indicaciones de su maestro, la joven se dirigió hacia el norte, atravesando las gélidas tierras congeladas y los corredores de espejos rotos que había al final del mar de hielo.
Derrotó a innumerables monstruos que merodeaban por las ruinas y vislumbró el tesoro oculto bajo la nieve en los restos del árbol plateado.
En aquella época, la argéntea luz de la luna aún no se había hecho pedazos en la conflagración, y las profecías del cielo todavía estaban extendidas por la tierra.
El joven que llegó a las profundidades de la tierra se encontró con el primer ángel y le preguntó sobre el origen más prohibido de este mundo.
La hija nacida en el alba se estremeció ante tal irreverencia y preguntó al joven cómo podía conocer tal secreto.
Entonces, el visitante le reveló sin tapujos sus orígenes y le cantó una canción que trataba sobre un hermoso sueño que nunca había visto.
Las cadenas que le había colocado quien gobernaba desde el trono real se rompieron al instante como una telaraña, y por primera vez entendió lo que era ser sirvienta de sí misma.
Así pues, le contó sin ningún reparo a quien amaba todo lo relacionado con el tema prohibido de la creación, el cual formaba parte de los secretos más impronunciables.
“Me acongoja pensar que quien los gobierna blasfemara de tal manera a estas nobles criaturas.
Incluso un vil demonio que tortura almas por diversión quedaría estupefacto ante semejante atrocidad.
Oh, joven del alba que no sabe lo que es el amor, me convertiré en el enemigo de tus leyes.
Las criaturas a las que aprisionó quien te gobierna deberían alzar la cabeza para contemplar las estrellas”.
“Así pues, déjame ser tu espada, tu escudo, tu guía y tu cómplice imperdonable”.
El ángel más distinguido de todos se inclinó para besarle la frente, y del frío árbol plateado brotaron innumerables flores de escarcha.
Las lunas celestiales, que en ese momento estaban contemplando la tierra desde un hueco entre las nubes, fueron testigo de esta traición y en ellas nació un mayor deseo de usurpación...
Promesa Perdurable del Corredor[]

Siguiendo las indicaciones de su maestro, la joven se dirigió hacia el norte, atravesando las gélidas tierras congeladas y los corredores de espejos rotos que había al final del mar de hielo.
Derrotó a innumerables monstruos que merodeaban por las ruinas y vislumbró el tesoro oculto bajo la nieve en los vestigios del abismo.
Sin embargo, ella no fue la primera forastera que visitó ese lugar.
Mucho antes de que los hijos del lejano norte tejieran los sueños que finalmente les llevarían a la ruina, hubo una viajera que viajaba con su sabiduría por las estrellas y que le había prometido al Maestro Dragón que se reencontrarían antes de que este cayera a la turbia oscuridad.
Era una cronista que vagaba por el vacío más solitario, una transeúnte que no debería haber tenido contacto con la civilización primigenia.
Su cuerpo inmortal dormía en el lejano disco celestial artificial, y su espíritu flotaba a la deriva entre millones de años luz de desolada soledad.
Cartografiando innumerables civilizaciones y especies destinadas a extinguirse, meditaba en suma oscuridad sobre las respuestas definitivas del mar de estrellas.
Hasta que un tenue destello de luz hirió sus sentidos y despertó a la viajera de su meditación milenaria.
Se encontraba en un pequeño mundo insignificante en el extremo de un brazo espiral, junto con el dragón primordial que había nacido en ese mundo.
El sol que contemplaba el dragón no era más que un fugaz destello de fuego en la larga noche en la que incluso la muerte se desvanecía.
Sin embargo, aquella voluntad, aún confinada por el deber en la superficie del planeta, brillaba más intensamente que todas las civilizaciones que había presenciado la viajera.
Incapaz de contener el asombro y la compasión que inundaban su corazón, ella reveló su advertencia al soberano de aquel diminuto mundo.
“He visto cómo el fin sin luz desgarra los resplandecientes hilos de los cúmulos estelares como si de una rueca se tratara.
He visto cómo las frías mareas caóticas devoraban canciones y sumían tanto al bien como al mal en la soledad.
Aun así, oh, compasivo y gentil rey, ¿todavía os negáis a abandonar a vuestros súbditos?
Abandonad este mundo condenado a la destrucción y emprended este viaje conmigo”.
Sin embargo, lo único que respondió el orgulloso dragón fue:
“Amiga procedente de un mundo lejano, agradezco que me avises de estos asuntos de más allá del cielo.
Pero estos seres, que para ti son unos ignorantes, para mí representan el sentido que hay entre el cielo y la tierra.
Si la marea de la destrucción llegará inevitablemente, que mis huesos sirvan de dique para proteger este mundo.
Sé testigo del camino que he elegido, pues guiaré a todos los seres para que viajen por las estrellas”.
Sin embargo, cuando la viajera regresó, el mundo que recordaba se había vuelto irreconocible.
Los huesos de la tierra habían sido encadenados con cuatro grilletes, y la suave y pálida luz del cielo se había dispersado en siete inmóviles colores.
El aliento del Maestro Dragón se disipó como el humo y el trono del ser alado gobernaba sobre el resplandor de tres lunas.
La viajera se sintió perpleja ante el hecho de que el gigantesco dragón se marchara sin despedirse, pero no quería perturbar al nuevo señor de ese mundo.
Desobedeciendo las reglas de su propia especie, la viajera introdujo su espíritu sigilosamente en el mundo que había dentro de aquella cáscara.
Alojó su consciencia en el cuerpo de un joven y caminó entre esos primitivos animales cordados.
Y escuchó sus debates, cada día más acalorados, en la ciudad hecha de oro.
Momento Olvidado del Corredor[]

Siguiendo las indicaciones de su maestro, la joven se dirigió hacia el norte, atravesando las gélidas tierras congeladas y los corredores de espejos rotos que había al final del mar de hielo.
Derrotó a innumerables monstruos que merodeaban por las ruinas y vislumbró el tesoro oculto bajo la nieve frente a la torre dorada.
En aquella época, tan distante que ya es imposible recordarla, los reinos del lejano norte adornaban la tundra desolada como hilos dorados.
La fragua del corredor rugía día y noche, y los artesanos forjaban prohibidamente innumerables espíritus de hadas a partir de los restos de bestias gigantes.
También tejieron una carne perfecta con la escarchada luz de la luna y la unieron a unos cuerpos originalmente débiles y frágiles.
Aquel era el poder de la creación que solo debía ostentar quien gobernaba el cielo, pero que, en un acto de traición, los emisarios entregaron a los mortales.
Su sueño era que, algún día, esos pequeños seres crearan una vida perfecta que pudiera hacerse una con el mundo.
En aquel entonces, cuando el corredor aún no se había hecho pedazos, el primer ángel le contó a su amante el sueño más dulce de las estrellas:
“He visto que los reinos de la tierra ya no necesitan suplicar misericordia a los cielos.
Sus ciudades llegan hasta las nubes y alcanzan alturas incluso mayores que el trono y las estrellas.
He visto que la humanidad va a dividirse la bóveda celeste con los dioses que tanto veneran.
Ya no habrá lágrimas, dolor o muerte, pues todo se ha completado”.
Sin embargo, aquel arrogante y ambicioso sueño acabó viniendo acompañado de los pilares de cristal azul oscuro que cayeron del cielo.
Las hadas gritaron mientras se convertían en una argéntea bruma helada, y la próspera ciudad dorada quedó destruida en una sola noche debido al viento gélido.
La emisaria traidora fue despojada de su nombre y su cuerpo y, desde entonces, una maldición cayó sobre su especie.
Si se atrevía a volver a mirar a otros a los ojos, o a ofrecer a una persona el amor que pertenecía a todos los seres...
Entonces, el hermoso cuerpo que le había concedido el cielo se transformaría en viento y su sabiduría se reduciría a polvo.
Y así se quedaría hasta que el cuerpo caído se convirtiera en un Seelie, en una sombra que vaga eternamente mientras devora recuerdos.
Gran Banquete del Corredor[]

Siguiendo las indicaciones de su maestro, la joven se dirigió hacia el norte, atravesando las gélidas tierras congeladas y los corredores de espejos rotos que había al final del mar de hielo.
Caminaba sola por las ruinas de la Espiral del Abismo en busca de la viajera de la que le había hablado el espadachín mágico.
En aquella época, la argéntea luz de la luna aún se apiadaba de las tierras del lejano norte, y los emisarios celestiales todavía observaban la tierra.
La ciudad dorada, que había enfurecido a cierto emisario por cuestionar el conocimiento de la evolución, se encontraba en medio de una disputa interminable para apaciguar su ira.
Los sacerdotes se culpaban mutuamente por haber cometido el pecado de la usurpación, y por haber profanado el amor, la prosperidad y la sabiduría divinos.
De entre todos ellos, debían elegir al principal culpable que había corrompido la sabiduría de los demás, para que suplicara perdón a los furiosos emisarios celestiales.
Sin embargo...
“Si el pecado nace de la búsqueda del conocimiento, entonces la ignorancia es algo sagrado; si el pecado nace de la resistencia, entonces el cordero es el ser más perfecto.
Si el pecado debe pagarse con sangre, ¿por qué decimos que el pecado procede del ser humano? Si la ley es perfecta e inmaculada, ¿por qué temer entonces al cuestionamiento?”.
El joven de orígenes humildes, que no sabía cómo evadir a los guardias, entró en la sala donde los sacerdotes deliberaban.
Refutó uno por uno los pecados de los que hablaban los eruditos y convirtió las acusaciones contradictorias en miradas de ira y desconcierto.
En la silenciosa sala de deliberación, el sacerdote encargado de oficiar los ritos, el cual llevaba una corona ritual de ramas blancas, ordenó retirarse a los guardias que habían acudido al oír la noticia.
“Sofista blasfemo, si, tal y como sugieren tus grandilocuentes palabras, realmente crees que los pecados no son más que delirios de los mortales...
Entonces, bebe de este furioso licor amargo y ve al árbol de raíces azuladas a defender tu causa ante los emisarios que nos han condenado”.
Y así, el joven, hasta entonces totalmente desconocido, se adentró en las profundidades de la tierra para pedir respuestas al primer ángel.
Corona Perdida del Corredor[]

Siguiendo las indicaciones de su maestro, la joven se dirigió hacia el norte, atravesando las gélidas tierras congeladas y los corredores de espejos rotos que había al final del mar de hielo.
Derrotó a innumerables monstruos que merodeaban por las ruinas y vislumbró el tesoro oculto bajo la nieve tras la cortina rota.
En aquella época, los ignorantes seres vivos todavía creían en los edictos celestiales y la corte real de las estrellas del alba se alzaba sobre las nubes.
Una magnífica y noble creación nació de la luz, y los mortales, que no podían ver su rostro, la denominaron “ángel”.
Sus alas plateadas relucían como los destellos de la luz de la luna, y en la cabeza llevaba una ilustre corona séptuple forjada con los huesos de la tierra y las estrellas del firmamento.
Su nombre era el amor de los dioses de los cielos, prometido a todos los seres, o la autoridad para gobernar todas las naciones de la tierra.
“Deben amar a todas las criaturas de este mundo con todo su corazón, todo su ser y toda su pasión.
Deben adorar los colores del alba igual que el rocío, y adorar los vientos alisios igual que las semillas”.
Ellas eran las sirvientas más leales del patio de los dioses, la balanza que nunca falla.
Tejían las cortinas para aquella persona que gobernaba los cielos y difundían las sagradas revelaciones a los distintos reinos.
Ese era el cometido que se les había encomendado en el momento de su creación.
Y así fue hasta que el primer ángel se encontró con un joven sin nombre bajo el árbol plateado del lejano norte.
En aquellos ojos que brillaban como estrellas, el ángel vio por primera vez la imagen invertida de sí mismo.
Se trataba de un amor que no estaba contemplado en la ley, una libertad no permitida por el cielo.
La corona estelar de la eternidad, que llevaba el nombre del amor, se rompió de repente entre los desconocidos latidos del corazón.
Entonces, la corona fue abandonada en la nieve sucia que había bajo el árbol plateado y la joven del alba tomó su decisión.
“Adelante... Remodelemos las absurdas leyes con huesos y reguemos con sangre la desolación de las tierras del norte.
Construyamos una ciudad y una torre que alcance las nubes para que los mortales no tengan que llorar de sufrimiento nunca más.
Dejen que abandone esta corona inútil en el polvo, y que los distintos reinos de este mundo se liberen de su yugo”.
Otros idiomas[]
Idioma | Nombre oficial |
---|---|
Español | Réquiem del Corredor |
Inglés | Finale of the Deep Galleries |
Chino (Simplificado) | 深廊终曲 |
Chino (Tradicional) | 深廊終曲 |
Japonés | 深廊の終曲 |
Coreano | 깊은 회랑의 피날레 |
Francés | Finale des galeries profondes |
Ruso | Финал галерей глубин |
Tailandés | Finale of the Deep Galleries |
Vietnamita | Đoạn Kết Hành Lang Sâu |
Alemán | Finale der tiefen Korridore |
Indonesio | Finale of the Deep Galleries |
Portugués | Epílogo do Corredor |
Italiano | Finale delle gallerie profonde |
Turco | Derin Geçitlerin Sonu |