Hostilidad en el grupo es una misión de Arconte, que forma parte de Capítulo III: Acto III - Quimeras, ilusiones y engaños .
Detalles[]
- Dirígete al Caravasar Ribat
- Sigue a Alhacén
- Ve a la Aldea Aaru
- Intercambia información con los demás
- Comprueba qué ocurre fuera de la casa del jefe de la Aldea Aaru
- Derrota a los monstruos que han aparecido
- Oleada 1:
Cachorro Acechador Eléctrico × 2
- Oleada 2:
Cachorro Acechador Lítico × 2
- Habla con la gente
- Intercambia información con Cyno en otro lugar
- Habla con Candace
- Ve a la entrada de la casa del jefe de la Aldea Aaru
Recompensas[]
- EXP de Aventura
- Protogema
- Mora
- Experiencia del aventurero
- Mineral de refinamiento místico
Notas[]
- Al completar la misión recibirás el logro "Quimeras, ilusiones y engaños (Logro)", del conjunto de logros Maravillas del mundo.
Diálogos[]
- (Dirígete al Caravasar Ribat)
- Paimon: Por fin llegamos al Caravasar Ribat. ¡Qué animado está!
- Paimon: Así que el desierto está del otro lado de este muro...
- Paimon: Paimon recuerda que la gente lo llama "el Muro de Samiel", y está hecho para bloquear las tormentas de arena del exterior. Un muro tan alto debe de ser obra divina de la Reina Mayor Rukkhadevata, ¿cierto?
Es impresionante...
Te quita el aliento.
- Alhacén: Basta de quedarse embobados. Vamos, síganme.
- En algún momento, Alhacén aparece junto a ustedes.
- Paimon: ¿Eh?
¡¿Alhacén?!
(¿De dónde salió?)
- Alhacén: Por aquí.
- (Sigue a Alhacén)
- Mercenario Eremita: ¿Pero qué...? ¿A dónde se fue?
- Mercenario Eremita: Grr, ¿cómo hemos podido perderlos? Estaban aquí hace un momento...
- Descubren a varios hombres vestidos como Los Eremitas buscando rastros de ustedes en el lugar donde estuvieron antes.
- Paimon: ¿Más mercenarios Eremitas? ¿Para quién estarán trabajando esta vez? Viajero, parece que otra vez nos estaban siguiendo.
- Alhacén: Fueron demasiado descuidados. Deberían haber descubierto hace tiempo que estos novatos los seguían.
Gracias, Alhacén.
Nos salvaste el pellejo.
- Alhacén: No hace falta que me des las gracias. Nunca me ha gustado llevar la cuenta de los favores personales.
- Alhacén: Solo corregí un error con el que me encontré. Es un hábito que adquirí en la Academia.
- Paimon: ¡Qué susto le diste a Paimon, Alhacén! No esperábamos encontrarnos contigo aquí.
- Paimon: La última vez que nos vimos en Puerto Ormos, ¿no dijiste que ibas a volver a la Academia? Espera, ¡no le digas a Paimon que estás aquí para llevarnos con ellos!
- Alhacén: Oh, conque ya están en la lista de los más buscados de la Academia. Jaja, ¿por qué no me sorprende?
- Alhacén: Si hubiera querido entregarlos a la Academia, ¿no creen que ya serían los invitados de honor de los Eremitas?
- Paimon: Oh, cierto... Tienes razón.
¿Participaste en el gran proyecto de los sabios?
- Alhacén: No tengo ningún interes en hacer recados para ese proyecto. Como erudito, siempre he sido de los que promueven la investigación independiente.
- Alhacén: Y, últimamente, ustedes son mucho más fascinantes que cualquier cosa que puedan ofrecer los sabios.
¿O sea que viniste a verme?
- Alhacén: La verdad es que no. De hecho... sigo investigando la cápsula de conocimiento divino, pero desgraciadamente me he encontrado con algunos obstáculos.
- Alhacén: Todo el mundo dice que esa cápsula proviene del desierto y que la llevaron hasta Puerto Ormos. Para llegar al fondo de todo esto, debo ir al lugar de su origen.
- Alhacén: Lo cual me lleva a ti y a la razón de por qué me interesas tanto.
- Alhacén: Cuando el líder de los Ojos de al-Ahmar utilizó la cápsula de conocimiento divino delante de ti, lo miraste perplejo y estuviste pensativo durante mucho tiempo.
- Alhacén: A juzgar por tu reacción, creo que te diste cuenta de algo. ¿Te importaría contarme lo que me has estado ocultando?
(Debe de ser porque me sobresalté al escuchar de nuevo esas palabras: "Mundo... olvídame...".)
- Paimon: Alhacén, ¡qué buen ojo tienes para los detalles! ¿Qué clase de persona recuerda y se da cuenta de algo como eso?
La situación es un poco complicada.
Aún no puedo contártelo.
- Alhacén: ¿Esa es tu respuesta? Bueno, al fin y al cabo, es cierto que trabajo para la Academia, así que es de entender que no reveles tus cartas.
- Alhacén: Pero también demuestra que tienes información que no quieres contar sobre la cápsula de conocimiento divino, ¿cierto?
...
- Alhacén: No importa. Prefiero investigar por mi cuenta que obtener la respuesta directamente de ti. Por cierto, ¿ustedes también van al desierto?
- Paimon: Sí, como tú, pero de momento no tenemos un objetivo concreto...
- Alhacén: Entonces les sugiero empezar por la Aldea Aaru. Es el asentamiento más grande del desierto, así que es probable que tengan más recursos e información que en otros sitios. ¿Les parece si vamos juntos?
De acuerdo.
Cuantos más seamos, mejor.
- Paimon: Siempre es mejor viajar con alguien conocido. ¡En marcha!
- (Ve a la Aldea Aaru)
- Alhacén: Frente a nosotros se encuentra la Aldea Aaru, un refugio para los habitantes del desierto.
- Paimon: El terreno aquí es muy extraño. Parece un lugar muy interesante, ¡vamos a echar un vistazo!
- Se encontraban avanzando hacia delante cuando de repente alguien les sorprende empuñando una lanza y enzarzándose en un combate con Alhacén. Tras varios asaltos, Alhacén por fin logra reconocer a su atacante, Cyno, el Gran Juez de la Academia de Sumeru.
- Alhacén: Si no recuerdo mal, tú y yo apenas hemos cruzado palabra en la Academia. ¿Podrías explicarme cómo y cuándo he provocado la ira del Gran Juez?
- Cyno: Alhacén, no creas que puedes evadir mi juicio solo porque evadiste mi ataque.
- Alhacén: ¿"Juicio"? ¿Así es como calificas tus acciones? ¿No sería "purga" una mejor descripción?
- Cyno: Si lo hubiera dado todo, ni el viajero habría podido detenerme.
- Cyno: Tal vez parezca un intento de asesinato, pero solo quería asegurarme de que mi objetivo no podría resistirse o escapar. Es la costumbre de la matra, como bien sabrás.
- Alhacén: A mí me pareció más tu costumbre personal.
- Paimon: Ehmm, ¿qu-quién es esta persona, Alhacén? ¿Lo llamaste "Gran Juez"?
- Alhacén: Sí, es el Gran Juez Cyno, jefe de toda la matra de la Academia. Es un cazador formidable, así como la máxima pesadilla para quienes cometen delitos académicos.
- Cyno: Parece que confían mucho en Alhacén como para bloquear un ataque dirigido a él.
- Cyno: En su lugar, yo nunca me pondría de su lado ni me creería ni una sola palabra que saliera de su boca.
- Cyno: He perseguido a este escriba durante mucho tiempo, así que les insto a dar un paso atrás y no defenderlo más. De lo contrario... habrá consecuencias.
Tampoco me fío tanto de él.
Tampoco me voy a quedar de brazos cruzados.
- Paimon: ¿Alhacén ha hecho algo malo? Paimon no cree que sea tan malo como lo pintas.
- Cyno: No voy a gastar energías en explicarlo. Alhacén, lo vi mientras peleábamos.
- Cyno: Vamos, saca la cápsula de conocimiento divino que escondes. ¿O quieres que la tome yo mismo?
- Alhacén: Hum.
- Alhacén: Qué perceptivo eres... Nada escapa a los sentidos de un matra.
- Paimon: Espera, ¿es esa la cápsula de conocimiento divino? ¿No cayó en manos de la matra en Puerto Ormos?
Así que nos engañaste.
- Alhacén: No me extraña que hables con tanta convicción, Cyno. Pero he de admitir que tengo curiosidad por saber qué significa esa cápsula para ti.
- Alhacén: Y, como Gran Juez de la Academia, ¿por qué estás solo en el desierto?
- Alhacén: Por lo que sé, los demás matra han estado hablando de tu desaparición.
- Alhacén: ¿Te han asignado una misión... de dudosa moralidad?
- Alhacén: Si el objetivo de tu misión fuera yo, ¿qué te impide utilizar tu autoridad y tus recursos para juzgarme en la Academia?
¿Los sabios te asignaron esta misión?
- Cyno: ...
- Cyno: Desde luego, es imposible tratar contigo.
- Paimon: ¡Oigan! Viajero, ¿qué hacemos? Paimon piensa que no podemos confiar en ninguno de ellos.
- Dehya: *Ejem*... Vaya, mírense, haciéndose los rudos y los moralmente superiores.
- Paimon: ¡¿Dehya?! ¿Qué haces aquí?
- Paimon: Genial, Viajero, ¡por fin alguien en quien podemos confiar!
- Paimon: Dehya, ayúdanos, o estos dos comenzarán a pelear otra vez.
- Dehya: Sí, eso parece... Dos peces gordos de la Academia resolviendo las cosas a puñetazos. Sin duda, no es algo que se vea todos los días.
- Dehya: A ver, sé que a los académicos les encanta llenarse los sesos con moralina y alardear sobre reglas y virtudes frente a otros...
- Dehya: Pero ¿cómo se atreven a traer sus burdas disputas a un remanso como la Aldea Aaru?
- Dehya: ¡Parece que alguien tendrá que hacerles entender a golpes que deben respetar estas tierras!
- Cyno: ...
- Alhacén: ...
Ni siquiera voltearon a ver Dehya...
Aún están buscando el momento oportuno para atacar.
- Dehya: ¡Oigan! ¿Acaso escucharon algo de lo que dije?
- Viento: *Fiuuu*...
- Paimon: ¡Guau! ¿Qué pasa? ¡Qué viento tan fuerte! ¿Es una tormenta de arena? ¡Paimon va a salir volando!
- Dehya: *Tch*, ¿otra tormenta de arena? ¿Qué pasa últimamente?
- ¿?: ¡Oigan! ¡Rápido, vengan aquí! ¡Tenemos que refugiarnos!
- Paimon: Alguien nos llama, Viajero. El viento es demasiado fuerte, ¡vamos allí!
- Dehya: Parece la voz de Candace...
- Dehya: ¡Oigan, ustedes dos! ¿Acaso toda la gente de la Academia es tan obtusa? No se queden ahí, ¡vamos!
- Alhacén: De acuerdo, pero no hace falta gritar.
- Cyno: Hum.
- (Intercambia información con los demás)
- Cyno: ...
- Alhacén: ...
- Dehya: ...
...
- Paimon: Vaya, esto sí que es incómodo.
- Paimon: "¿Quieres refugiarte con tres personas que no se pueden ver ni en pintura?". "Pero qué gran idea, suena divertido".
- Paimon: Ah... El aire es tan pesado que Paimon siente que no puede seguir flotando...
- Candace: Lo siento mucho. Esta es la casa del jefe de nuestra aldea. Me temo que tendrán que conformarse con quedarse aquí hasta que pase la tormenta.
- Candace: Permítanme presentarme. Soy Candace, custodia de la Aldea Aaru.
- Paimon: Ah, ¡por fin llegó nuestra salvadora!
- Paimon: ¡Mucho gusto, Candace! Paimon es Paimon, ¡gracias por traernos hasta aquí!
Muchas gracias.
- Candace: Jeje, no hace falta que me den las gracias. Hay que ayudarse los unos a los otros con un tiempo inclemente como este.
- Paimon: Guau... Qué amable y buena es, ¡como una hermana mayor! No como los señores "vamos a razonar a golpes".
- Candace: Bueno, ahora que nos conocemos mejor, deberíamos volver al tema que nos ocupa.
- Candace: Como custodia responsable de proteger a los aldeanos de cualquier tipo de daño, estuve observando su disputa desde lejos incluso antes de la tormenta de arena.
- Candace: Y ahora que están en la Aldea Aaru, es mi deber asegurarme por completo de que no son ninguna amenaza para nosotros.
- Candace: Así que, por favor, hablen honestamente y con sinceridad y pongan a un lado toda esa hostilidad.
- Candace: Si alguien se atreve a causar problemas bajo este techo, no dudaré en mandarlo afuera para pasar un tiempo agradable con las criaturas de la tormenta de arena.
- Paimon: Oh, humm... Pensándolo mejor, puede que Paimon haya juzgado mal el carácter de Candace...
- Dehya: Hum...
- Candace: Y eso también va por ti, Srta. Dehya.
- Candace: ¿He sido clara?
- Dehya: *Suspira*... Está bien. De acuerdo, Candace.
- Candace: Jeje, así me gusta. Entonces, ¿quién va a empezar?
- Dehya: Se supone que yo era la mediadora, pero... puede que me haya involucrado demasiado. Bueno, alguno de ellos dos debería empezar a hablar.
- Paimon: Espera, ¿a eso le llamas "ser mediadora"?
- Cyno: ...
- Cyno: No tengo nada que ocultar, así que no me da ninguna vergüenza explicarme.
- Cyno: Aunque Alhacén tenía razón cuando dijo que los otros matra desconocían mi paradero, no es porque me hayan asignado una misión de dudosa moralidad.
- Cyno: Sino porque... he elegido exiliarme.
- Paimon: ¿Eh? ¿Exiliarte?
- Cyno: Hace algún tiempo descubrí lagunas en los documentos de planificación y desarrollo de los proyectos de la Academia. Y las cosas que reportaron claramente no iban acorde al progreso real del proyecto.
- Cyno: Como Gran Juez, tenía la responsabilidad y el derecho de proponer una auditoría, pero para mi sorpresa, la persona responsable de los datos erróneos no era otro que el Gran Sabio Azar.
- Cyno: Hice muchas investigaciones privadas antes de presentar mi solicitud de auditoría, pero pronto descubrí que me habían ocultado con sumo cuidado todas las pistas y cosas que podrían servir de prueba.
- Cyno: Así que poco a poco me di cuenta de que... tuvieron mucho cuidado de mí desde el principio.
- Cyno: Como era de esperar, el Gran Sabio rechazó mi petición de auditoría en cuanto mi solicitud llegó a su despacho. Incluso me dijo...
- Cyno: "Los sabios somos quienes otorgan poder al Gran Juez, así que no tienes ningún derecho a juzgarnos".
- Alhacén: Así que es cierto que están tramando algo...
- Cyno: Fue entonces cuando me di cuenta de que, a los ojos del Gran Sabio, la matra es solo una herramienta para que los sabios controlen el conocimiento.
- Cyno: Nuestro juramento, los principios por los que luchamos... carecen de sentido para la Academia de hoy en día.
¿Por eso te exiliaste?
- Cyno: Pensé que sería más prudente huir de la Academia antes de que los sabios pudieran emprender acciones contra mí. Así, no pueden ni vigilar ni predecir mis movimientos.
- Cyno: Nunca abandonaré esta investigación. No necesito que nadie me dé poder o autoridad. Una vez que descubra la verdad, juzgaré en nombre de mí mismo.
- Paimon: Parece que Cyno tiene el mismo objetivo que nosotros. ¡También estamos investigando a los sabios!
- Paimon: Además, ahora que no es el Gran Juez, ¡da mucho menos miedo!
(Todavía no podemos confiar del todo en él.)
(¿Y si se ha inventado toda la historia?)
- Paimon: Si ese es el caso, Cyno, ¿por qué tu objetivo era Alhacén?
- Cyno: Durante mi investigación en la Academia, escuché por casualidad una conversación entre Alhacén y un sabio.
- Cyno: Los sabios te dijeron que investigaras a un viajero de pelo rubio, ¿no es cierto, Alhacén?
- Paimon: ¡¿Qué?!
- Cyno: Y esta tarea, como muchas otras del proyecto, no estaba registrada en ningún archivo. Si a eso le sumas tu sospechoso comportamiento con respecto a la cápsula de conocimiento divino, creo que nos debes una explicación.
Así que Alhacén me ha vigilado desde el principio...
Así que los sabios me han vigilado desde el principio...
- Alhacén: Sí, eso puedo admitirlo. Me encomendaron la tarea de investigar al viajero.
- Paimon: ¡Alhacén!
- Alhacén: Al fin y al cabo, la recompensa era tan buena que prácticamente ningún erudito se habría negado. El sabio me dijo: "Cuando hayas completado esta tarea, te dejaré echarle un vistazo al conocimiento divino".
- Cyno: Una oferta muy tentadora.
- Alhacén: Es una pena que la gente de la Academia no me conozca bien.
- Alhacén: Las palabras del gran sabio revelaron un dato clave: que el conocimiento divino existe de verdad. Eso era todo lo que necesitaba saber.
- Alhacén: A mi parecer, los sabios no son de fiar. Piénsenlo: ¿no es extraño que estén tan dispuestos a compartir el conocimiento divino con cualquiera, e incluso como recompensa?
- Alhacén: Entonces, seguí la pista de la cápsula de conocimiento divino y comencé mi propia investigación. Al final, me di cuenta de que era más prudente involucrarme en esto que colaborar con los sabios.
- Alhacén: De no ser precavido, probablemente habría acabado como ese líder de los Ojos de al-Ahmar, incapaz de mantener la lucidez lo suficiente como para tener una conversación.
- Cyno: ¿Quieres decir que los sabios pretendían deshacerse de ti mediante esas cápsulas que vuelven demente a la gente?
¿Y qué hay de nuestro encuentro?
¿Te uniste a mí solo para poder investigarme?
- Alhacén: En ese momento ya había abandonado esa misión. Solo le dije a la Academia que estaba esperando a que aparecieras en Puerto Ormos para no levantar sospechas.
- Alhacén: Por eso, encontrarme contigo mientras investigaba la cápsula de conocimiento divino fue una sorpresa.
- Cyno: A los delincuentes les encanta hablar de coincidencias.
- Alhacén: Aunque me encontré con Viajero por casualidad, no tenía ninguna intención de ayudar a la Academia. Además, recuerda que...
- Alhacén: ... Cuando salí de aquella taberna, fueron ustedes quienes decidieron seguirme y hablar conmigo.
Eso es verdad...
¿No es eso suficiente para demostrar su inocencia?
- Paimon: Es cierto... Y Alhacén también nos ayudó en el Caravasar Ribat. Tal vez esté diciendo la verdad.
- Alhacén: Si tanto les importa, estoy dispuesto a disculparme.
- Alhacén: La razón por la que tomé el conocimiento encapsulado divino sin que lo supieran es porque pensé que su existencia era demasiado peligrosa. Pensé que lo mejor sería mantenerlo fuera del alcance de los demás hasta haberlo estudiado adecuadamente.
- Alhacén: Después de todo, la curiosidad es a menudo lo más peligroso en esta nación.
- Cyno: Escriba Alhacén, deberías saber que la curiosidad también puede conducir al peligro y a la sospechosa.
- Cyno: Responde a mi pregunta: ¿los sabios te contaron algo sobre su proyecto?
- Alhacén: ¿No me expliqué bien? La Academia no se fía ni de ti ni de mí. ¿De verdad crees que me dirían algo?
- Cyno: De acuerdo. Aunque no has aclarado del todo las sospechosas en torno a ti, de momento no te consideraré un enemigo.
- Alhacén: Como quieras.
- Candace: Humm, bien. Me alegro de se haya aclarado el malentendido.
- Candace: Y ahora tú, Dehya, es tu turno.
- Dehya: Ah, lo siento, estaban hablando de algo tan aburrido que me distraje por completo.
- Dehya: Bueno... Lo mío es muy sencillo. Mi jefa, Dunyarzard, de la familia Homayani, es amiga de Viajero y se está recuperado de su enfermedad en casa.
- Dehya: No tenía nada que hacer, así que volví a la Aldea Aaru para hacer una visita. Estaba impaciente por pasar tiempo con todo el mundo aquí.
- Dehya: Pero en lugar de eso, vi a estos dos tipos discutiendo sin una buena razón, así que me enfadé y todo se fue a pique.
- Candace: ¿Eso es todo? Admito que eso es muy de tu estilo. En ese caso, ¡bienvenida de nuevo, Dehya!
- Dehya: ¡Eso es lo que quería oír! Les he echado mucho de menos, Candace.
- Sabueso Acechador: ¡Auuu!
- Paimon: ¡Vaya! ¿Qué es ese ruido?
- Candace: No se preocupen. Ahora que no están yendo por la yugular del otro, pueden ponerse cómodos. Yo voy a salir para encargarme de algunas de esas bestias de la tormenta de arena.
- Paimon: ¿B-bestias de la tormenta de arena? ¿Seguro que no necesitas ayuda?
- Candace: Las tormentas de arena no son para los cobardes. Quien no tenga el entrenamiento necesario para hacerles frente estará en desventaja. No se preocupen.
- Dehya: Sí, déjenselo a Candace. Y no se preocupen, ella es muy fuerte.
- Poco después, el viento del exterior empieza a amainar.
- Paimon: El viento parece haber parado. Eso quiere decir que la tormenta de arena ya pasó, ¿cierto?
- Paimon: Candace aún no ha vuelto, ¿estará bien? Tal vez deberíamos salir a ver cómo está.
- Dehya: Ahora que lo dices, hasta yo estoy empezando a preocuparme... Bien, vamos. Hemos estado mucho tiempo aquí y esos dos no dejan de hablar por los codos.
- (Comprueba qué ocurre fuera de la casa del jefe de la Aldea Aaru)
- Paimon: Vaya... Candace, ¿sigues luchando? ¿Has estado luchando contra estos monstruos todo este tiempo?
- Candace: Sí, no dejaban de venir en jauría... Ya perdí la cuenta de cuántos he derrotado. Cuando me di cuenta, la tormenta de arena ya había amainado.
Debes de ser muy fuerte.
Debes de ser muy tenaz.
- Paimon: ¡Ay, viene otra jauría!
- Dehya: Deja que nosotros nos encarguemos esta vez. Antes hubo una interrupción, ¡pero ahora sí que tengo algo contra lo que descargar mi furia!
- Candace: Jeje, hacía tiempo que no veía a la Leona Ardiente en acción. Entonces se los dejo a ustedes.
- Dehya: ¡Que comience el espectáculo! Viajero, ¡vamos!
- (Derrota a los monstruos que han aparecido)
- (Habla con la gente)
- Paimon: Ya no aparecen más monstruos. ¿Esa fue la última jauría?
- Candace: Probablemente acabamos de luchar contra las secuelas de la tormenta de arena, así que deberíamos estar a salvo.
- Anpu: Bien luchado. Nadie resultó herido, ¿cierto?
- Paimon: ¿Eh? ¿Quién eres tú?
- Anpu: Oh, lo siento. Estaba tan ocupado cuidando a los ancianos y a los niños de la aldea que no he tenido tiempo de saludarlos.
- Anpu: Soy el jefe de la Aldea Aaru. La gente suele llamarme "tío Anpu".
Mucho gusto.
Disculpe las molestias.
- Cyno: Señor, yo también soy del desierto, pero hacía mucho tiempo que no volvía por aquí. Tengo una pregunta: ¿son comunes estas tormentas de arena?
- Anpu: No diría que son comunes, pero últimamente son cada vez más fuertes y frecuentes.
- Anpu: Además de las tormentas de arena, a veces también se producen terremotos. Según unos investigadores que se quedaron en la aldea hace un tiempo, estos fenómenos están relacionados con el marchitamiento del Irminsul.
- Paimon: Humm... Otra consecuencia del marchitamiento del Irminsul...
- Paimon: En otras palabras, ¿el marchitamiento del Irminsul es la causa de las zonas marchitas en la selva y de las tormentas de arena y los terremotos en el desierto?
- Alhacén: Todo en la naturaleza está inextricablemente conectado al Irminsul y estos síntomas locales pueden reflejar su estado actual.
- Dehya: *Suspira*, todos en la Aldea Aaru deberían tener cuidado.
- Dehya: Por cierto, ¿por qué no he visto a ningún guardián de la aldea desde que he vuelto?
- Paimon: ¿Guardián de la aldea? ¿Esos quiénes son? ¿Custodios como Candace?
- Cyno: Tu curiosidad no tiene límites, ¿eh? "Guardianes de la aldea" es la manera en que los habitantes de Aaru se refieren a los eruditos locos que llegaron aquí como exiliados de la Academia.
- Cyno: La mayoría son eruditos que perdieron la cordura tras su entrenamiento en el Bosque Avidya.
- Cyno: La Academia piensa que sus murmullos dementes podrían afectar negativamente a la psique de los demás eruditos, así que los exiliaron al desierto. Pero, en mi opinión, todo esto es una tontería.
Es lo mismo que dijo Tignari.
Haypasia también estuvo a punto de ser exiliada al desierto.
- Anpu: *Suspira*, eso es exactamente lo que hemos estado intentando investigar. Todos los guardianes de la aldea han desaparecido inexplicablemente uno a uno.
- Anpu: Pero ningún aldeano los ha visto marcharse. Si van a quedarse aquí unos días, les agradecería que pudieran mantener los ojos abiertos.
- Cyno: He tenido contacto con esas personas en el pasado. Veré qué puedo hacer para ayudar.
- Alhacén: La matra es la responsable de su exilio. Ahora que ya no estás con ellos, ¿quieres aliviar tu culpa y expiar tus pecados? Me fascina tu forma de pensar.
- Cyno: Búrlate todo lo que quieras, pero si resultas ser culpable, me encargaré de ti independientemente de mi posición o estatus.
- Anpu: ¿Es usted el antiguo Gran Juez? Debe ser muy bueno investigando este tipo de cosas. Gracias por su ayuda.
Yo también ayudaré.
- Paimon: Viajero, ¿es porque te acordaste de Haypasia? Pobres eruditos... Primero pierden el juicio y ahora esto... Tenemos que ayudarlos a volver a casa sanos y salvos.
- Paimon: Pero... ¿de verdad es buena idea unirse a Cyno? Parece que no aún no confías del todo en él.
Por eso es una buena oportunidad para observarlo.
Con Dehya y los demás, todo irá bien.
- Cyno: Les agradezco su ayuda. No hay duda de que harán un mejor trabajo que algunos de mis antiguos subordinados.
- Cyno: Empecemos por buscar un lugar donde hablar de lo que sabemos hasta ahora.
- (Intercambia información con Cyno en otro lugar)
- Cyno: Aunque me he exiliado, sigo haciendo prácticamente lo mismo que antes...
- Cyno: ¿Tienes alguna otra pregunta que hacerme antes de comenzar a investigar?
¿Por qué llaman "guardianes de la aldea" a los eruditos locos?
- Cyno: Un antiguo subordinado me contó que ese título proviene de una extraña coincidencia.
- Cyno: La Academia ha exiliado a los eruditos locos a la Aldea Aaru desde hace mucho tiempo. Aquí existe un fenómeno de lo más misterioso.
- Cyno: Cuando los eruditos locos llegan por primera vez, son tan incoherentes y están tan trastornados como antes de llegar. Sin embargo, tras permanecer aquí durante un tiempo, empiezan a calmarse.
- Cyno: Al principio, los aldeanos de la Aldea Aaru estaban muy en contra de la llegada de estos eruditos, pero una noche ocurrió algo que cambió esa situación.
- Cyno: Esa noche, el terremoto más fuerte del que se tiene memoria sacudió a la Aldea Aaru. Al ver que las casas estaban a punto de derrumbarse, el antiguo jefe de la aldea se dispuso a llevar a todo el mundo a un lugar seguro.
- Cyno: En ese momento, vio a un erudito loco que estaba agachado en un rincón acariciando la tierra con sus manos. Un débil resplandor verde emanaba de él. Era como un brillo divino en un fondo nocturno.
- Cyno: A pesar de los fuertes temblores que sacudieron la tierra esa noche, todas las casas permanecieron en pie, como si les hubieran crecido unas raíces muy profundas bajo la tierra. Al final, ningún edificio se derrumbó y no hubo víctimas.
- Cyno: Desde entonces, los habitantes de la aldea fueron muy amables con los eruditos locos y los comenzaron a llamar "guardianes de la aldea".
- Paimon: Un débil resplandor verde... Un erudito loco que protegió la Aldea Aaru... Viajero, ¿qué te parece?
Es posible que se debiera al poder de Nahida.
Nahida es la única capaz de hacer algo como eso.
- Paimon: Paimon también lo cree. Por cierto, Cyno, ¿sabes si los eruditos locos siguieron llevando sus conmutadores Akasha en la Aldea Aaru?
- Cyno: En teoría, los siguieron llevando para que la Academia pudiera continuar vigilando sus movimientos. Sin embargo, el sistema principal del Akasha ya no tenía forma de interactuar con ellos.
- Paimon: ¡Oh, a Paimon no le extraña! Ahora todo tiene sentido. Eso sumado al hecho de que al final se calmaron... Debió de ser gracias a Nahida.
- Cyno: Si son capaces de sacar una conclusión solo con esta historia, debe de ser porque tienen mucha más información que yo.
- Cyno: ¿Qué conclusión has sacado?
Es posible que el poder de los eruditos locos viniera de la Reina Menor Kusanali.
Fue la Reina Menor Kusanali quien realmente protegió la aldea.
- Cyno: ¿De verdad? La Reina Menor Kusanali...
- Cyno: ...
- Paimon: ¿Qué ocurre? ¿No nos crees? Tuvo que ser la Reina Menor Kusanali quien transfirió su poder a los eruditos locos a través del Akasha.
- Cyno: No, no es que no les crea, es solo que me sorprende su razonamiento.
- Cyno: La Reina Menor Kusanali, la actual Arconte Dendro... ¿Todavía está activa en Sumeru?
- Cyno: La Academia siempre le dio más importancia a la difunta Reina Mayor Rukkhadevata. Prácticamente han ignorado a la Reina Menor Kusanali, y yo nunca he tenido razones para dudar de esa perspectiva.
- Cyno: Además, nunca he oído ninguna historia sobre la Reina Menor Kusanali y sus hazañas. Para mí, es como una diosa que nunca ha existido.
- Paimon: ¡Te equivocas! ¡Nahida sí existe! Es una... ¿Cómo decirlo?... ¡Es una Arconte sabia y bondadosa! ¡Aunque a veces diga cosas raras!
Y me salvó la vida una vez, no hace mucho tiempo.
Hace poco salvamos juntos la Ciudad de Sumeru.
- Cyno: He investigado a criminales durante años, así que sé cuando una persona miente.
- Paimon: Genial, ¡entonces sabrás que estamos diciendo la verdad!
- Cyno: Esa mirada... Nunca se la he visto a un mentiroso. Deben de haber conocido a la Reina Menor Kusanali.
- Cyno: ¿Cómo es posible?...
- Cyno: Y pensar que nuestra Arconte ha estado con nosotros todo este tiempo...
- Paimon: Bien, ¡ha llegado el momento de usar nuestras habilidades para investigar!
¡Manos a la obra!
- Paimon: Pero eso es más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo porque no tenemos ninguna pista. Humm... ¿Y si empezamos por llamar a las puertas de algunos aldeanos?
- ¿?: Perdona, ¿han venido para ayudarme a encontrar a mi abuelo?
- Paimon: ¿Eh? ¿Quién eres tú?
- Cyno: A juzgar por tu ropa y tu acento... Eres de aquí, ¿no?
- Isak: Yo... soy Isak. Van a ayudarme a encontrar a mi abuelo, ¿verdad?
- Cyno: ¿Tu abuelo también es un erudito loco?
- Isak: ¡Oye, no digas eso! El abuelo es el abuelo, ¿por qué lo llamas así? No es una mala persona.
- Cyno: ...
- Cyno: La persona de la que hablas no es de aquí, pero tú sí. ¿Por qué la llamas "abuelo"?
- Isak: El abuelo es el abuelo. ¡Es mi familia!
- Isak: Escuché lo que le dijeron al jefe de la aldea. ¡Por favor, llévenme con ustedes! Quiero encontrar a mi abuelo, les juro que ayudaré. ¡No seré un estorbo!
- Cyno: Así que eres tú quien nos escuchaba a escondidas cerca de la casa del jefe de la aldea.
- Cyno: Quería ocuparme del fisgón, pero tenía el presentimiento de que no guardabas malas intenciones.
- Paimon: Guau, Alhacén no bromeaba sobre la gran percepción de los matra... Cyno, es solo un niño en busca de su abuelo, ¡ayudémosle!
- Isak: Lo siento, solo escuchaba a escondidas porque quería saber dónde está mi abuelo. ¡De verdad! Si no me creen, pregunten a Candace.
Cyno, tenemos que ayudarle.
- Cyno: Muy bien, pero primero deja que Candace confirme los hechos.
- (Habla con Candace)
-
- Cyno le dice a Isak que espere mientras van a la casa de Candace.
- Paimon: Cyno es supercauto... ¿Así son todos los matra?
- Candace: Vaya, qué pronto regresaron.
- Cyno: Queremos que nos confirmes una cosa. ¿Conoces a un niño llamado Isak?
- Candace: Jeje, tenía el presentimiento de que iría a buscarlos.
- Paimon: ¿Eh? ¿Sabías que eso iba a pasar?
- Candace: Sí. Aunque se escondió lo mejor que pudo, lo atrapé escuchando bajo la ventana. Busca desesperadamente a su abuelo.
- Candace: Los padres de Isak eran mercenarios Eremitas que, una vez que encontraron trabajo en la ciudad, rara vez volvían a la aldea. Fue su abuelo quien lo crio.
- Candace: Pero, por desgracia, su abuelo falleció hace unos años... En aquella época, Isak era todavía muy pequeño y varias familias de la aldea se turnaban para cuidarlo y que sobreviviera.
- Candace: Más tarde, un anciano erudito loco llegó a la aldea. Isak pensaba que se parecía mucho a su abuelo, así que solía espiarlo.
- Candace: Pero el erudito tenía un aspecto desaliñado y decía disparates. Aunque Isak lo llamaba "abuelo", le tenía miedo y no se atrevía a acercarse a él.
- Candace: Una noche de verano, el "abuelo", que no dejaba de murmurar cosas sin sentido, se calmó de repente y recobró la lucidez. Hasta vio a Isak escondido a lo lejos.
- Candace: Entonces, se acercó a Isak y le acarició la cabeza. Incluso lo llevó a la entrada de la aldea, donde, con paciencia, le enseñó los nombres de las estrellas y le hizo compañía hasta que se quedó dormido.
- Candace: A la mañana siguiente, Isak se despertó y fue a ver a su abuelo otra vez, pero se dio cuenta de que él ya no lo reconocía. Aun así, el anciano conservaba una expresión de tranquilidad.
- Candace: Quienes lo vieron afirman que ya no se veía loco, sino que parecía vivir como un sonámbulo en su propio mundo.
- Candace: Isak se alegró mucho de que su abuelo hubiera podido calmarse, así que todo el tiempo lo seguía a todas partes preguntándole cosas como "Abuelo, ¿quieres que te lleve a un lugar muy divertido?" o "¿Podrías contarme las historias de las estrellas otra vez?".
- Paimon: Por alguna razón, todo esto hace que Paimon se sienta muy triste... Ambos merecen algo mejor...
- Candace: Tal vez. La mayoría de las personas que viven en el desierto tienen dificultades o arrepentimientos. Aun así, tenemos que continuar con nuestras vidas.
- Candace: Ese también es el motivo de mi lucha. Seguiré protegiendo estas tierras.
(Es posible que el abuelo lúcido fuera Nahida. Seguramente fue también la que alivió a los demás eruditos locos.)
- Cyno: ...
(A juzgar por la cara de Cyno, debe de haber pensado lo mismo que yo.)
- Cyno: Tal vez la gente siempre haya tenido una diosa buena cuidando de ella.
- Paimon: ¿Eh? ¿Qué dijiste, Cyno?
- Cyno: No, no es nada. Isak puede venir con nosotros siempre y cuando cumpla con su palabra y no sea un estorbo.
- Candace: Tal vez seas más humano de lo que pensaba. Gracias en nombre de Isak, Cyno.
- (Ve a la entrada de la casa del jefe de la Aldea Aaru)
- Paimon: ¿Qué tal, Isak?
- Isak: ¡Ah! ¡Son ustedes!
- Paimon: Ya está todo aclarado. ¡Vamos a buscar a tu abuelo!
- Isak: ¿De verdad? ¡Guau, muchas gracias!
Encontraremos a tu abuelo sano y salvo.
- Isak: ¡Sí!
- Cyno: Vamos a preguntar primero a los lugareños.
Historial de cambios[]
- Versión 3.1
- Hostilidad en el grupo se añadió al juego.