Wiki Genshin Impact
Advertisement

Épica del Pabellón del Desierto es un conjunto de artefactos de Genshin Impact.

Efecto[]

2 piezas
Bono de Daño Anemo +15%.
4 piezas
Tras golpear a un enemigo con un Ataque Cargado, la Vel. de Ataque Normal del personaje aumenta en un 10%, y el daño de Ataque Normal, Cargado y Descendente aumenta en un 40% durante 15 s.

Personajes recomendados[]

Los siguientes personajes pueden aprovechar el efecto del conjunto de 4 piezas.

Historia[]

Inicios de la Capital de los Reyes[]

Una flor artificial que emite un espléndido brillo. Si uno acerca su oído, podrá escuchar levemente una bella risa.

Oh, nobles caídos, escuchen a este viejo ciego.
Aprendan de la lección que nos dio Gurabad, aprecien la fugacidad de las flores creadas por los humanos.
Escuchen la historia del rey que nació en cuna humilde y del alienante amor y la tórrida furia que desató en la genio...

Según cuenta la leyenda, después de que la amada del Rey del Desierto falleciese, eligió a la genio como enviada para firmar un pacto con los mortales.
Solo alguien cuyo corazón aún no se hubieran tornado en piedra a causa de las incontables adversidades, alguien cuya entereza no hubiera sido corrompida por hermosos espejismos tendría derecho a convertirse en rey vasallo.
Y entonces, gobernaría cual profeta que con su palabra guía a un confundido rebaño de ovejas.
Y así fue como, bajo la misericordiosa pero estricta supervisión de su maestro, la genio encontró al candidato perfecto.
Ormazd, que en aquel entonces era un joven pastor, se enamoró de Lilúpar, la nacida entre nenúfares.

"Te concederé cien generaciones de prosperidad si, a cambio, me confieres una venganza mordaz y una copa carmesí de vino.
Puesto que el amor de todo genio está inevitablemente ligado a la avaricia y el deseo, al final siempre culminará en una venganza justa".

Sin embargo, bajo el embelesador haz de luz argento de la luna, Ormazd no consideró aquella advertencia con seriedad.
Sentía como si aquel castigo que le estuviera predestinado en un futuro remoto, en un momento alejado de su intrépida juventud presente.
Con la ayuda de la genio, el joven pastor se convirtió en el líder de una tribu nómada.
Con el paso del tiempo, Ormazd derrotó a sus divididos rivales y acabó siendo coronado rey vasallo.

Gurabad floreció cual flor creada por los humanos en la pared de un peñasco, y así se convirtió en la capital de los mortales.
Y así, el pastor Ormazd se convirtió en el rey vasallo de los mortales, aquel que actúa en nombre del soberano de las arenas escarlatas.
Y mientras todo el mundo se deleitaba con el dulce aroma de las flores que acababan de florecer, nadie se percató de algo.
Que detrás de aquel hermoso florecimiento se escondía el amargo destino de una muerte violenta.

Guiándose por los sucesos del pasado relatados por su maestro, Xifos emprendió su travesía hacia la Ciudad de los Zafiros.
Las lecciones del ayer que quedaron enterradas bajo las dunas doradas volverán a repetirse mañana junto al infinito viento del tiempo.

Fin de los Reinos Dorados[]

Una reluciente pluma artificial que forma parte del legado de un antiguo reino humano. Parece como si contuviera el gañido de un halcón.

Oh, jóvenes caballeros errantes, vengan a escuchar lo que este viejo ciego desea contarles.
Conozcan lo que aconteció en las ruinas de Gurabad, escuchen la historia de la terminación del más arrogante de los sueños...
Presten atención a cómo la bóveda celeste estaba impregnada de gemas que relucían cual estrellas, y descubran todos aquellos reinos que antaño se disgregaron.

Baluartes prominentes y estupas doradas quedaron abatidos por una avalancha de ira, mientras la gente, que vivía sumida en la miseria, ocupó los templos y los palacios.
Aquella masa de gente enfurecida actuaba bajo el liderazgo de una máscara de latón. Los más sabios bautizaron aquel suceso como "la Gran Plaga".
Después de que Gurabad cayera bajo el influjo de aquella oscura plaga, el gran soberano de las arenas escarlatas también sucumbió a su sino de autodestrucción.
Lilúpar, que nació entre nenúfares, quedó fragmentada tras ser víctima de una malvada y terrible conspiración contra su persona.
Aquella misma noche, los grandiosos y fértiles reinos de los oasis quedaron devastados sobre las arenas del desierto. Entonces, las tribus y otras ciudades-estado volvieron a protagonizar un sinfín de revueltas...
A partir de ese momento, los habitantes del desierto se distribuyeron en siete reinos, y Tulaytulah, la Ciudad de los Zafiros, fue en un momento la más destacada.

"Mi vida ha sido lo suficientemente larga como para haber llegado a conocer a todos los mentecatos y bellacos que merodean en esta tierra dorada.
Cuando era joven, grandiosos muros de cobre escarlata protegían las ondulantes cúpulas zafíreas que relucían como olas bajo la luz de la luna.
Recuerdo que, en los albores de mi juventud, en el canal de Tulaytulah se tejía una red de luces circundantes en la que las lámparas de las embarcaciones desafiaban a la luna para ver quién brillaba con más esplendor.
Hoy en día no tengo ojos... Pero logré ser testigo de cómo nobles herederos se convirtieron en esclavos que tuvieron que exiliarse, y cómo soldados esclavos derrocaron al príncipe de su trono.
Hoy en día no tengo ojos... Pero todavía vivo para contar cómo los nobles asesinaron a los sabios, y cómo una bailarina de tierras foráneas se hizo con el poder.
El auge y caída de las ciudades-estado no fue sino un efímero sueño embriagador durante el cual honrados y maleantes por igual fueron aplastados por un gran molino, como si de cáscaras de trigo se trataran".

El mar de zafiro estaba contaminado de una infinidad de mentiras, las cuales se transformaron en leyendas e historia.
Había un general que había saqueado incontables ciudades-estado, a quien no le quedó más compañía que la de su esclavo, quien continuó guiándole durante su camino.
El joven esclavo cargaba con la "llave" de su antiguo reino y con la incierta esperanza de reconstruirlo.
El rey murió de forma absurda a causa del ataque de un halcón, con sangrantes cortes de espada en la garganta.
Y en el corazón de la bailarina que había hecho un juramento al príncipe no existía más que odio hacia aquel tirano.

Las hábiles manos de los mortales se moldearon hasta cobrar la forma de un halcón, y los restos de la genio se introdujeron en su interior.
Entonces, ascendió desde el precipicio de Gurabad en forma de silbido y sobrevoló la desgracia que imperaba en las ciudades-estado del desierto.
Cuando por fin se posó sobre las manos de los descendientes dorados, sus recuerdos perdidos se escurrieron como granos de arena.
Una pluma artificial se posó sobre una duna, y juró en silencio el fin de los reinos.

Al escuchar una vieja voz, el príncipe exiliado recordó a su tierra natal prendida en llamas.
Su maestro de aquel entonces era general y poeta, un súbdito leal del tirano que había destruido su antiguo reino.
Cada cosa, cada suceso, acabará recibiendo lo que se merece. Por eso, unos pierden los ojos, mientras que otros pierden su trono...
Así pues, la rueda del destino siempre continuará girando y esparciendo retales de esperanza por el mundo.

Reloj del Extravío[]

Un antiguo reloj en cuyo centro brillan y vibran los fragmentos de una genio. Parece como si estuviera narrando alguna historia.

Madre... ¡Madre!
Nací vieja, con una consciencia hecha añicos que carga con un poder inagotable.
Nunca pude probar el dulzor de la leche, ni sentir la calidez de tu vientre.
Nuestras lágrimas se evaporaron bajo el sol abrasador, y los engranajes aplastaron nuestros instantes de alegría.
Nosotras nunca estuvimos unidas por el amor, sino por el odio y el desafecto.

Madre... ¡Madre!
Perdimos todo orgullo y carecemos de sabiduría alguna de la que alardear.
No existe lugar donde encajemos, ni ningún ocio que nos permita descansar.
Suplieron nuestras voces con tubos de cobre, y nuestros vientres henchidos no tienen ombligo.
Querida madre que nunca nos concibió, que cuanta pestilencia albergue este mundo invada tu ser...

Madre... ¡Madre!
No somos más que máquinas sin alma, esclavas de las genios...
Jamás tuvimos nombre, y nadie atendió nunca a nuestro llanto.
Nuestro cuerpo ha resistido el suplicio y la crueldad, pues nuestra principal motivación es el odio.
Un odio infinito se concentra en nuestro interior. Nos mueve el deseo de sembrar la destrucción allá donde nos encontremos.

Cuando la luna ilumine nuestros rostros demacrados, proclamaremos este último juramento.
Que la arena inunde tus atrofiados pulmones, que toda la frondosa vegetación arda hasta quedar reducida a cenizas.

Así, por fin nos liberaremos de estas cadenas que nos aprisionaron desde nuestro nacimiento.
Así, por fin regresaremos a los brazos de aquella que tantas calamidades tuvo que sufrir injustamente: nuestra madre, Shirín.

Salvaguardia del Sueño Embriagador[]

Una antigua y hermosa copa dorada. Aunque no contiene nada, en su interior se escucha el murmuro de un eco.

Oh, viajeros que vienen a beber de las aguas del manantial, por favor, escuchen lo que este decrépito ciego desea contarles.
Entreguen sus oídos a la escucha de la elegía de Gurabad, y su corazón a conocer el irrealizable sueño del Rey Deshret...
Atiendan a mis palabras sobre aquella genio, tan leal como quebrada, y escuchen la historia de la traición entre compañeros.

Cuenta la leyenda que, cuando la Reina de las Flores abandonó este mundo, sus innumerables genios tornaron su lealtad hacia el Rey Deshret.
El rey no cesó en su inútil empeño por hallar el antiguo paraíso donde había caído el pilar celestial, y decidió crear allí un oasis eterno.
En él se encontraba una gran genio llamada "Ferigees", a quien el rey concedió la autoridad para gobernar en el oasis.
A fin de proteger el eterno letargo de su maestra, la genio se valió de su inmenso poder para conservar el flujo eterno de las aguas de los manantiales.
Así fue como el abundante verdor del oasis inundó el desierto cual constelación que salpica el cielo nocturno, y dotó de refugio a aquellos sin un lugar al cual llamar "hogar".

Finalmente, bajo el liderazgo de la genio Lilúpar, en el oasis eterno se erigieron las ciudades-estado de los mortales reyes vasallos.
Su lealtad por la Reina de las Flores y su compasión por aquellos nuevos estados impulsaron a Ferigees a sacrificar su existencia.
Así pues, la genio desobedeció la orden que le había encomendado el mismísimo rey de las arenas escarlatas y apresó su propio cuerpo con unas cadenas frías como el hielo.
Se transformó a sí misma en un sello con la forma de un copa de cristal, capaz de contener la cólera de las vastas dunas y proteger eternamente las ciudades-estado de los mortales.

"En esta vida, a todas las cosas les llega su momento, y por ello todo está en continuo cambio. Hoy nos apoyamos mutuamente, pero mañana nos abandonaremos los unos a los otros.
‘Si se pierde la libertad de la que tanto se enorgullecen las genios y los cuerpos que se regocijan de felicidad y amor, la sabiduría se volverá cada vez más tenue’.
La ninfa de los nenúfares sedujo al rey de los mortales con este tipo de engaños tan dulces como la miel, y el rey del vasto desierto se sumió en un delirante sueño...
Mas yo continué esperando en un longevo e insomne sueño... Esperé a que el Rey del Desierto cumpliera la promesa que hizo antaño".

Su cuerpo y su espíritu fueron confinados en terribles máquinas hasta que su maestra despertara de aquel lacerante letargo en el que se hallaba sumida.
Con una pesarosa esperanza, defendió taciturnamente el sueño ya fragmentado del reino de las dunas.
Aunque los manantiales llegaran a las angostas arenas, aunque el oasis fuera engullido por las dunas...
Sepultada por el eterno retumbar de la maquinaria que la oprimía, aún era capaz de escuchar los cambios que pronto acontecerían.

"Sin embargo, oh, ciegos maestros míos, el destino, tan insondable como las dunas de arena, acabó abandonándome a mí, que nací bajo el yugo de la esclavitud y que a una edad temprana perdí todo cuanto poseía.
Así pues, ¿cómo iba a tener derecho a esperar que el destino aguardase algún cambio para mí?".

Legado del Heredero del Desierto[]

Unos pendientes largos de oro nacarado con incrustaciones de gemas que desprenden un magnífico brillo.

Oh, comerciantes que huyen de las tormentas de arena, ¿qué tal si escuchan lo que este viejo ciego desea contarles?
Atiendan al pasado de Gurabad, descubran cuál era la retribución que anhelaba su pueblo.
Conozcan a los infantes de la nobleza y a los siervos que vivían a los pies del palacio...

Cuenta la leyenda que, cuando Gurabad se alzó en el poder, los reinos de los hombres unificaron buen número de oasis en uno solo.
Desde aquel entonces, las tribus dispersadas por el territorio y las efímeras ciudades-estado pasaron a estar regidas por Ormazd.
Para Ormazd, el Rey del Desierto representaba la mayor autoridad, por lo que construyó palacios y templos donde poder rendirle culto.
Reclutó esclavos de las tribus, se estableció un envío de siervos desde los diferentes estados y exigió que se realizaran ofrendas en las ciudades.
Las ciudades-estado prosperaron, y nobles y esclavos vivieron por igual bajo su sombra.

Divisando desde lo alto a los sacerdotes y esclavos que se entrecruzaban en sus caminos cual hormigas, la genio concubina suspiró con pesar.
Como familiar de la Diosa de las Flores, creyó que había elegido al rey ideal, mas él no era una excepción y también acabó cegado por la vanidad.
La genio trató de hacer llegar sus gentiles consejos al rey humano entre sábanas, pero ninguno de sus intentos consiguió hacerle cambiar de parecer.
Ormazd, que creía en un sistema de gobierno basado en la esclavitud, entendió los consejos de la genio como dulces palabras que pronunciaría cualquier amante:

"Al confiarle mi amor a usted, lo único que consigo es un eterno sentimiento de ansia que nunca se satisfará.
Ansío los sueños, ansío un hogar, ansío que mi amado trascienda los ideales mundanos.
Pero a día de hoy, oh, amado mío, continúa inmerso en la avaricia y la hipocresía propias de un tirano.
Para aplacar esta tristeza y furia que su traición me hace sentir, causaré sobre su persona la ruina durante tres generaciones".

La genio se quitó los pendientes que tiempo atrás el tirano le había obsequiado para formalizar con aquel gesto la ruptura de toda relación con él.
En su corazón, que había cobrado la frialdad del hielo, había ideado un plan maquiavélico con el que vengarse de su perverso amante.

"Xifos, hijo mío... El odio prende y destruye todas las cosas como un fuego incontrolado. Lo único que permanece tras él son las ascuas de la locura.
No obstante, un amor ciego es mucho más peligroso, pues, de hecho, muchas de las catástrofes de este mundo derivan precisamente de amar con locura".

Historial de cambios[]

Versión 3.3
Épica del Pabellón del Desierto se añadió al juego.
Advertisement